La retinopatía diabética es una complicación ocular de la diabetes y una de las causas principales de la ceguera. Viene causada por el deterioro de los vasos sanguíneos que irrigan la retina. El daño de los vasos sanguíneos de la retina puede tener como resultado que éstos sufran una fuga de fluido o sangre. En consecuencia podemos llegar a tener una gran importante pérdida de visión.
Si usted tiene retinopatía diabética, al principio no notará ningún cambio en su visión. Pero con el tiempo, la retinopatía diabética puede empeorar y causar una pérdida en la visión. Generalmente la retinopatía diabética afecta ambos ojos.
¿Cómo se manifiesta?
Lo más normal es que el paciente no tenga consciencia de la enfermedad hasta que ya esté avanzada.
Los síntomas de la retinopatía pueden ser:
La visión se nos vuelve borrosa y perdemos gradualmente la visión
Vemos manchas
Vemos sombras o perdemos áreas de visión
Tenemos dificultad para ver de noche
El mejor tratamiento para la retinopatía diabética es la prevención. Un estricto control del azúcar en la sangre reducirá en forma significativa el riesgo a largo plazo de una pérdida de la visión. Generalmente, el tratamiento no cura la retinopatía diabética ni tampoco suele restaurar una visión normal, pero puede retardar la progresión de la pérdida de la visión. Sin tratamiento, una retinopatía diabética progresa de forma continua, desde un mínimo hasta etapas severas.
La cirugía con láser
El láser es un rayo de luz muy brillante y finamente enfocado. El rayo pasa a través de la córnea transparente, el lente y el vítreo sin afectarlos de manera alguna. La cirugía con láser reduce nuevos vasos sanguíneos anormales y reduce la hinchazón macular. El tratamiento es a menudo recomendado para personas con edema macular, retinopatía diabética proliferativa (RDP) y glaucoma neovascular.
La cirugía con láser generalmente se realiza en un consultorio médico. Para una mayor comodidad durante el procedimiento, a menudo es necesario aplicar gotas anestésicas, aunque a veces también se aplica una inyección de anestesia cerca del ojo. El paciente se sienta en frente de un microscopio llamado lámpara de hendidura. Un lente de contacto se coloca temporalmente en el ojo para enfocar la luz del láser en la retina con una precisión milimétrica.
Durante una cirugía con láser para edema macular, unas cauterizaciones pequeñas con rayo láser son aplicadas cerca de la mácula para reducir los escapes de líquido. El objetivo principal del tratamiento es prevenir una mayor pérdida de la visión, reduciendo la inflamación de la mácula. No es común que las personas con visión borrosa debido a un edema macular recuperen su visión normal, aunque algunos pacientes pueden experimentar una mejoría parcial.
Algunas personas pueden ver manchas del láser cerca del centro de la visión después del tratamiento. Por lo general, éstas desaparecen con el tiempo, pero pueden no desaparecer por completo.
Cuando una RDP es tratada con láser, el rayo es aplicado a todas las partes de la retina, con excepción de la mácula (éste proceso es denominado fotocoagulación panretiniana, o PRP por sus siglas en inglés). Este tratamiento hace que los nuevos vasos sanguíneos anormales que se contraigan, y con frecuencia impide su crecimiento en el futuro. También disminuye la posibilidad de que ocurra una hemorragia vítrea o una distorsión de la retina. La cirugía panretiniana con láser ha demostrado ser muy eficaz para prevenir una pérdida severa de la visión causada por una hemorragia vítrea o un desprendimiento de retina por tracción.
A medida que pasa el tiempo, múltiples tratamientos con láser pueden ser necesarios. La cirugía con láser no cura la retinopatía diabética y no siempre previene una mayor pérdida de la visión.
Vitrectomía
La vitrectomía es un procedimiento quirúrgico que se realiza en un hospital o en una sala de operaciones en un centro de cirugía ambulatoria. A menudo se realiza de forma ambulatoria o con una corta estancia en el hospital. Anestesia local o general pueden ser utilizadas.
Durante una vitrectomía, un microscopio y otros instrumentos quirúrgicos pequeños se utilizan para extraer la sangre y el tejido cicatrizado que acompañan a los vasos anormales en el ojo. La remoción de una hemorragia vítrea permite que los rayos de luz se enfoquen de nuevo en la retina.
Con frecuencia, una vitrectomía impide que haya más hemorragia vítrea, ya que remueve los vasos anormales que han causado el sangrado. La eliminación de cicatrices ayuda a la restauración de la posición normal de la retina. Una cirugía con láser puede ser realizada durante una vitrectomía.
Para ayudar a que la retina sane en su lugar, su oftalmólogo puede colocar una burbuja de gas o de aceite en el espacio del vítreo. Es posible que se le den instrucciones de mantener la cabeza en determinadas posiciones, mientras la burbuja ayuda a que la retina sane. Es importante seguir las instrucciones de su oftalmólogo para que su ojo se cure bien.
Inyección de medicamentos
En algunos casos, medicamentos pueden ser utilizados para ayudar al tratamiento de una retinopatía diabética.
En ocasiones, medicinas con esteroides pueden ser prescritas. En otros casos, se le puede formular un medicamento contra el factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF por sus siglas en inglés). El factor de crecimiento vascular endotelial es una sustancia proteínica que contribuye al crecimiento anormal de vasos sanguíneos en el ojo, los cuales pueden afectar su visión. Un medicamento contra el factor de crecimiento endotelial vascular puede ayudar a reducir el crecimiento de estos vasos sanguíneos anormales.
Después de que su pupila es dilatada y su ojo es insensibilizado con anestesia, el medicamento es inyectado en el vítreo (la sustancia gelatinosa en la cámara posterior del ojo). El medicamento reduce la hinchazón, el escape de fluidos y el crecimiento no deseado de vasos sanguíneos anormales en la retina, y puede ayudar a mejorar la visión.
Los medicamentos para el tratamiento pueden darse sólo una vez, o en un período de tiempo a través de una serie de inyecciones programadas para recibirse en intervalos regulares, generalmente cada cuatro a seis semanas, o como lo determine su médico