Numerosos artículos científicos nos han mostrado lo dañinos que son los rayos UV a nivel ocular. Los rayos UV no los vemos, pero están ahí, y están SIEMPRE porque la radiación que emite el sol incluye un amplio espectro de frecuencias que incluyen la radiación ultravioleta (UV), la luz visible y la radiación infrarroja (IR).
Nuestro cristalino, una de las lentes que se encuentra en el interior de nuestros ojos y que es la responsable, entre otras cosas, de poder enfocar los objetos, va adquiriendo un color amarillento según envejecemos siendo un sistema de protección natural. Sin embargo, en el caso de los niños, esta lente es completamente transparente por lo que su protección no resulta muy eficaz.
La exposición anual de un niño a la radiación UV es tres veces la de un adulto y esta radiación recibida durante los primeros cinco años de vida acabará siendo muy importante para el futuro de la salud ocular de los pequeños. Por ello, hemos de ser conscientes que, para todas las edades, una buena protección en los ojos es necesaria pero esto se hace imprescindible en los niños.
Protegerles con gafas de sol homologadas, que cumplan los requisitos precisos de absorción estipulados por la comunidad científica, será la forma de evitar los efectos nocivos de la luz solar.
Protejámoslos en la misma medida que los protegemos de otros factores que probablemente sean menos importantes.
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